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24 marzo, 2007

Tributo a Chila

La Luna y la pelota se abrazaron

No fue una noche más, para nada, fue la noche INOLVIDABLE.
Que más poder agregar, el sólo hecho de recordarlo eriza la piel, apenas cerramos los ojos y aparece como un fantasma esa figura solemne del más grande, del cacique con cara de pocos amigos pero único para nosotros, porque aunque sea solo para los velezanos, fue, es y será nuestro amigo, nuestro ídolo, en quién se sustentaron tantos logros. Ese día no fue cualquiera, esa noche jamás se olvidará, ese grito perdura en el Amalfitani, aún se escucha, esta impregnado en cada garganta fortinera, de quienes fueron pibes y hoy ya maduraron, de quienes peinaron canas y vieron sus cabellos agitarse por tal "alarido", por tanta emoción, de quienes buscaron hacia un lado y hacia otro con quién abrazarse, sin entender todavía lo que había ocurrido, ¿sería un sueño?. Las nubes tapaban el sol de noche, pero la pelota atravesó el firmamento, sin importarle las barreras de algodones grises, le hizo un guiño al cuarto creciente, la acarició, le dijo -mi amo me envió a saludarte-, -mirame dónde voy ahora-, -no te olvides de mi, eh!- y bajó, casi sin darle tiempo a la respuesta, bajó solemne, rápida, furiosa, bajó haciendo caso a las instrucciones de su amo, y fue dónde su amo le pidió. ¿Como olvidarse?, nunca ocurrirá, las lágrimas mojaron aún más la húmeda noche de aquel Otoño, CHILA, nuestro CHILA, escribió otra historia más a su enciclopedia de emociones. La pelota y la Luna se abrazaron. Pasarán los años, y algún día en el silencio de un Domingo sin fútbol alguien entrará al estadio, se sentará en la tribuna o en una platea, se encenderá un cigarrillo, observará con atención tan hermosa cancha y de repente escuchará que de cada rincón, como una brisa que va tomando envión hasta transformarse en un tornado retumba el grito de ¡CHILAVERT, CHILAVERT!.

Jorge Poma

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un grande el paraguayo